Hace ocho años hice un cambio en mi alimentación. Antes, había probado esporádicamente alguna dieta, sobre todo la disociada (no mezclar hidratos de carbono con proteínas) para perder los dos o tres kilos que me molestaban. Pero después de volver de un viaje a India, donde me enfermé de bronquitis, me sentía muy cansada, sin energía. Pasaba el tiempo y no recuperaba el tono.
Entonces acudí a un médico del que me había hablado una persona que había tenido cáncer de colon. Un médico que trabajaba reequilibrando las polaridades eléctricas y magnéticas del organismo para restablecer la salud de la persona. Por aquel entonces, todo esto me sonaba a chino… Ella creía que en su cura había tenido mucho que ver la dieta que le había recomendado este experto. Y como pruebo todo lo que me llama la atención, fui a su consulta. Después de estar bastante tiempo testándome con un aparatito y preguntándome mis hábitos alimenticios, me aconsejó que durante tres meses no comiera ni lácteos, ni trigo, ni azúcar.
Entonces, no tenía conocimientos sobre alimentación y nutrición y no sabía exactamente lo que estos alimentos provocaban en mi organismo. Azúcar, apenas tomaba, aunque te sorprendería saber la cantidad de productos procesados y envasados que la contienen, se encuentra hasta en la sopa!. Pero si consumía lácteos y trigo todos los días. Así que seguí esta dieta por pura obediencia. Los resultados pronto se hicieron ver. A parte de perder peso, mis digestiones se hicieron más ligeras, dormía muy bien y ¡estaba llena de energía! Al terminar los tres meses, decidí que quería seguir sintiéndome así. No se trata de hacer una dieta, es una forma de alimentarme que me sienta muy bien, física y anímicamente y a la que he ido incorporando o limitando el consumo de otros alimentos. Y con el tiempo, he ido aprendiendo el por qué de ello.
Las reacciones bioquímicas y las hormonas que entran en juego después de la ingesta de comida, tienen una relación directa con el estado de ánimo, el estado físico y mental. La comida es para el hombre, como la gasolina para el coche, es la que nos aportar la energía para funcionar. Cada alimento nutre nuestras células y nuestra mente. Muchas veces comemos cosas que a nuestro organismo le cuesta digerir y asimilar, y en vez de aportar esa energía que nos hace falta, nos la resta. ¿Cuántas veces te has sentido agotada después de una comida opípara? ¿O con un fuerte dolor de cabeza unas horas después? ¿Somos conscientes del valor de la cocina en nuestras vidas?
Que tu alimento sea tu medicina y que tu medicina sea tu alimento.
Este principio lo formuló Hipócrates, 400 años antes de Cristo. Fue el que sentó las bases de la medicina moderna. Lo que diferencia principalmente a las poblaciones con mayor índice de cáncer de las que representan menor tasa, es la alimentación. Según los expertos, la larga vida de los japoneses, y la baja incidencia que tienen de enfermedades cardiovasculares y cáncer es debido a su dieta.
La alimentación es la terapia más poderosa con la que contamos para potenciar y preservar la salud. Decidir qué ingerimos, está en nuestras manos. No se trata de hacer dietas (a la larga no funcionan), sino de aprender una manera sabia de comer, que nos nutra y nos aporte la energía de calidad que necesitamos.
A través de esta sección espero que vayamos descubriendo información que nos guíe hacia una alimentación consciente.
Buen apetito!