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El cerebro del meditador

cerebro de un meditador

Nazareth Castellanos es investigadora científica. Licenciada en Física Teórica, tiene un doctorado en Medicina, máster en Matemáticas aplicadas a la Biología y en Neurociencias. Ha publicado casi 40 artículos en prestigiosas revistas científicas internacionales. Ha impartido clases en universidades de Alemania, Inglaterra España y Estados Unidos. Ha participado en 20 estudios científicos, liderando 5 de ellos. Actualmente es Directora de Investigación y Desarrollo de Nirakara Lab.

La entrevista tiene lugar en el Centro de Tecnología Biomédica que pertenece a la Politécnica y a la Universidad Complutense de Madrid, donde el equipo de Nirakara Lab, adscrita a la Cátedra Extraordinaria de “Mindfulness y Ciencias Cognitivas” de la Complutense, está realizando estudios sobre la interacción entre las dinámicas del cerebro y del corazón, así como las funciones respiratoria e intestinal.

Nazareth, no solo investigas el cerebro con técnicas de neuroimagen y otros sofisticados aparatos, sino que observas la mente con tu propia mente, es decir, practicando meditación. ¿Desde cuando practicas?

Tuve la suerte de que en mi familia la meditación estaba muy presente. La hemos vivido muy cerca a través de un tío mío budista, un gran meditador, alguien absolutamente excepcional. Desde pequeña escuchaba – ¿dónde está el tío? Y siempre estaba meditando, así que la meditación y la filosofía oriental han sido para mí algo muy familiar desde pequeña. Y luego, a lo largo de la vida, en unas épocas más que en otras, he ido meditando. Ha habido épocas que ha sido fundamental como herramienta para conocerme, para afrontar ciertos problemas.

En tu perfil de la página web de Nirakara, dices que cuando empezaste a estudiar y a investigar, estabas entusiasmada porque pensabas con ilusión que se podía conocer todo, desde las leyes del mundo a nuestra mente. Pero luego te “caíste del guindo” al conocer lo inabarcable del misterio. Y que hoy es ese misterio de la mente lo que te ilusiona y te hace investigar.

Pues si, es así. Empecé física que era para mí como la máxima carrera, por así decirlo, porque podías tener las herramientas matemáticas, y como lo simultaneé con medicina, pensaba que lo iba a conocer todo. Pensaba: “cada vez sabemos más, la tecnología es cada vez mejor…” y la verdad es que empecé así el doctorado, con ese entusiasmo, pero un poco contagiada de la soberbia que a veces hay en el mundo académico, con esa idea de que podemos modelar todo, que podemos conocer y medirlo todo. Pero pasaba el tiempo y había muchas preguntas que no resolvía. Conocí a gente muy importante dentro del mundo de la ciencia, premios Nobel, gente que dirigía grandes instituciones… trabajé con ellos y esperaba conseguir de ellos un poco de conocimiento, de sabiduría. Llegaba admirándoles, y es verdad que sabían muchísimo, de muchas cosas, pero lo fundamental, el “quiénes somos”, se quedaba siempre muy al descubierto. Entonces tenía que recurrir a otras tradiciones, a la poesía, que me ayudó mucho, al budismo, a meditar. Me daba cuenta de que hacíamos los experimentos metiendo a la persona en una máquina, observando su cerebro como si fuera una máquina también, como una cosa ajena a nosotros. Y me preguntaba una y otra vez ¿qué puedo aprender de esto? ¿Qué me dice de mí misma?

Todo esto coincide con la época en la que estaba en Londres con un buen trabajo, la ciudad maravillosa, me lo pasaba fenomenal y era estupendo, pero tuve una grandísima crisis con el método científico. Tuve mucha insatisfacción, un gran vacío.

¿Una ciencia muy materialista quizás?

Si, y muy reduccionista. Yo me decía, no puede ser que todo sea tan simple. Yo venía también del mundo de la física teórica, de la cuántica. Cuando estudiaba cuántica, se daba por hecho de que nadie lo podía comprender. Siempre se dice eso de “si entiendes la cuántica, es que no entiendes nada”. Pero con el cerebro no, ¡parecía que el cerebro era más fácil que un simple átomo! Y esto a mí no me cuadraba, ¿cómo va a ser la mente más fácil de entender que un solo átomo? Entonces tuve una gran crisis ahí, que fue muy dura porque para mí era un pilar muy fuerte. Y dejé la investigación durante dos años. Me dediqué a viajar de aquí para allá y a repensar. Volví mucho a la meditación, y en concreto a un centro tibetano en Madrid.

Un buen día, gracias a unas gestiones que teníamos que hacer para traer al Dalai Lama, contacté con Gustavo Diex, el director de Nirakara, físico, investigador también, un gran meditador y un gran maestro. Empezamos a hablar y nos identificamos mucho en cómo concebíamos la ciencia y en cómo podíamos romper ciertas estructuras dentro del mundo académico. Y ahí surgió el volver a investigar, volver a la ciencia. Seguía teniendo mis luchas internas, pero de la mano de él era más fácil. Entonces fundamos el laboratorio Nirakara Lab y empezamos a hacer experimentos de neurociencia. Pero no sólo considerando el cerebro, sino considerando también que la mente está distribuida en todo el cuerpo, que no es sólo es el cerebro, es un poquito más…. Y con esa postura de hacer cosas partiendo de la base de que quizás no vamos a comprenderlas, es una postura que para mí es muy bonita y que me quita mucho peso.

Aquí investigáis cómo el cerebro, y el campo electromagnético que emana, está relacionado y afecta a todo el sistema, al corazón, los intestinos, la microbiota… y de cómo al meditar, afecta de una manera particular a este campo. ¿Es así?

Si, exacto.

¿Cómo es el cerebro de un meditador?

Pues más silente. Eso es lo que dice la mayoría de los artículos científicos de los últimos años. Uno de los resultados más sólidos a los que se ha llegado, es que la actividad cerebral de un meditador es más calmada. Que la mente no esté calmada, es decir, que no tengamos nuestra actividad electromagnética cerebral reducida, a eso se le llama la red por defecto del cerebro, y es uno de los temas más importantes que hay hoy en día en la neurociencia. Lo que se ha visto es que constantemente tenemos mucha actividad aunque no estemos involucrados en procesos cognitivos como “estoy memorizando, estoy hablando”… constantemente estamos divagando, memorizando y planificando. Casi nunca en el presente. Algo que suena mucho en la meditación ¿verdad? Entonces toda esa divagación, esa grandísima cantidad de actividad cerebral que tenemos, supone un grandísimo coste hemodinámico, es decir, que cuando las neuronas se activan, éstas emiten electricidad y por tanto consumen mucha energía, necesitan glucosa, consumir oxígeno etc.. Si a una persona que no medita, la metes en la máquina de neuroimagen y le dices que no haga nada durante unos minutos, en realidad lo que hay es mucha activación de esa red por defecto.

¿Qué áreas del cerebro se activan en la red por defecto?

En áreas frontales, donde planifico, en áreas mediales, donde está la memoria, en el área occipital, donde imagino y luego, muy interesante, el área asociada al lenguaje, es decir, aunque no estemos hablando, hay una cacofonía interior. Estamos todo el día rumiando ¡y no nos damos cuenta! Todo esto, como digo, es un campo inmenso de la neurociencia que es estudiar la red por defecto o también llamada la actividad basal del cerebro.

Entonces fíjate, hay una anécdota que a mí me gusta mucho contar. En un congreso de científicos donde hay gente de todo el mundo que investiga sólo esto, la red por defecto, que se invierten millones y millones de euros, porque tiene muchas aplicaciones clínicas, por ejemplo, es muy importante para la enfermedad de Alzheimer, porque si tenemos la actividad de la red por defecto muy elevada, aumenta la probabilidad de tener Alzheimer. Por eso a la investigación le gusta tanto. Pues en este congreso, alguien pregunta – “Vosotros estáis investigando con muchísimo dinero, muchísimas horas invertidas, investigando qué hace el cerebro cuando no hacemos nada. Qué es esa cantidad de actividad que surge. Y ¿Cuántos de aquí se han parado un minuto a observar su propia mente? – Y de todos los científicos, solo levantaron la mano tres o cuatro. Esto pasó en 1976 y fue la primera vez que se constataba que nuestro cerebro tiene mucha actividad.

¡Pero eso ya lo sabían los meditadores!

Pues ahí está la cosa. Eso lleva 2.500 años sabiéndose.

¿Es entonces, desde 1976, que hay un interés en la comunidad científica por estudiar la meditación y las ciencias contemplativas?

Exactamente. Surge ese interés porque puede ser que la meditación reduzca esa actividad que nosotros estamos intentando reducir farmacológicamente. Pero es sólo a partir de esa fecha que se ve que tenemos esa inmensa actividad. Hasta entonces se estudiaba el cerebro como una cosa separada de nosotros. Si estudiamos las cosas en primera persona, lo primero que haces es observarte. ¡Tenemos el laboratorio más potente del mundo sobre los hombros!

Cuando metéis aquí a un meditador ¿Qué sucede? ¿Qué es lo que estáis viendo?

Cuando metemos a alguien con una larga trayectoria meditando, como por ejemplo Gustavo Diex, se observa muy poca activación en la red por defecto, es un cerebro más calmado. Pero aumenta la actividad frontal, el neocortex, “la joya de la corona”, el cerebro más evolucionado.

¿Al meditar uno se hace más listo?

Aunque lo de la inteligencia es un concepto muy difícil, es verdad que aumenta la capacidad de atención. Pero sobretodo, y lo que más me gusta, y que además hay mucha literatura al respecto, es que estás mejor. Y eso es lo que importa, que tu satisfacción de la vida aumenta. Hay un artículo que se publicó en la revista Science que se titula “Una mente divagante es una mente infeliz”. Habían hecho estudios psicológicos de qué factores mentales son los que correlacionan con satisfacción o insatisfacción en la gente como el trabajo, el madrugar, el estrés… y al final, lo que peor llevaba la gente, se correlacionaba con esa mente divagante.

Con la red por defecto activadísima, ¿no?

Exactamente, esa rumiación eterna, esos pensamientos que no tienen una forma. El estar constantemente creando memorias, planificando… no estar en el presente.

Es decir, estar en todos los sitios menos en el aquí y el ahora.

Exacto.

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Esta es la primera parte de una serie de 3 videos. En breve publicaré el resto.

Si te interesan estos temas, te recomiendo estos dos artículos:

Patrick Drou0t, la melodía que emite el corazón.

Annie Marquier, el corazón y el cerebro.



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