La semana pasada me quedé en el hospital para acompañar por la noche a un familiar. No tuve tiempo de pasar antes por casa, era muy tarde y estaba hambrienta. Salí a la calle porque la cafetería del hospital ya estaba cerrada y lo único que se veía abierto alrededor era una gasolinera con una tienda de comida. ¿Comida? bueno si, comida y muchas otras cosas más indescifrables acompañaban cada uno de los paquetes. No encontré una pieza de fruta, o unos frutos secos naturales, o un pan de verdad con ingredientes reales. Todos eran productos empaquetados con conservantes, saborizantes, aditivos… Mucho plástico por fuera y poca comida de verdad por dentro. Alimentos procesados que nunca compro pero que a esa hora de la noche y después de un día largo de actividad, mi gen troglodita se activó y se me antojaba cualquier cosa. Opté por comprar un sándwich y unas lonchas de pavo.
Es una pena que estemos rodeados de este tipo de productos, allí donde vas, desde el super a las terminales de los aeropuertos, copan un porcentaje demasiado alto de la oferta. Un tipo de alimentación que no es buena para nosotros ni tampoco para el planeta. Ahora que se acercan días de consumo y exceso te invito a reflexionar, ¿cuánta comida “de verdad” comes?… y no me refiero a la cantidad.
Es curioso ver como la comida está llena de ingredientes químicos y un jabón contiene miel, avena, azúcar, pepinos y demás.
los jabones naturales si, pero hay muchos otros que llevan ingredientes poco deseables:
https://www.mariatalavera.com/2015/06/alimentar-la-piel-con-cosmetica-natural/